lunes, 2 de octubre de 2017

¿A dónde irán los besos?




¿A dónde irán los besos?
by Alejandro Moya

La sirena del cole sonó con la habitual música de la banda sonora de "La Vida es Bella" de Roberto Benigni. Los padres parecían agolparse para recibir un premio.
- Ni que pudieran elegir el que más les guste- me dice la mamá de Mariola.
- Cierto Raquel, con lo poco que cuesta quedarse tras la linea como nos dijeron al principio de curso.
- Mira, por ahí sale tu hija. - Me dice señalando con la cabeza en dirección a la puerta de la clase.
- ¡Papá! - Exclama siempre sonriente Mireia corriendo hacia mí.
- Hola ñaja ¿qué tal el día? - Le digo mientras abro los brazos en el momento justo en que salta en plancha hacia mí.
Disfruto cada segundo que mantiene el abrazo, crece demasiado rápido y no sé cuánto tiempo más me recibirá así. Con nueve años quizá puedo seguir disfrutando con mucha suerte tres años más de abrazos, así que no tengo ninguna prisa en dar por finalizado el abrazo.
- ¡Qué dulzura de niña! - Me dice Raquel mientras su hija le pone la mejilla al tiempo que le da la mochila con los libros.- Me das envidia Jorge
Le sonrío mientras continúo el abrazo con Mireia y la sonrisa de Raquel me hace verla como nunca me lo había planteado.
- ¡Ya veremos cuánto dura!- Le digo con una sonrisa. - Vamos a la biblioteca a hacer deberes. ¿Os venís?
- Me pasaría el día en la biblioteca, me encanta leer y escribir. De hecho, en la biblioteca tienen un libro mío que la editorial Dokusou me publicó el año pasado. Búscalo si te apetece y me cuentas.
- Dalo por hecho Raquel, mañana te cuento que tal me ha ido la búsqueda del tesoro por la biblioteca.- Le digo todavía con una sonrisa en los labios viendo como se aleja.
Raquel es una mujer alta, de pelo castaño claro, muy liso. No es particularmente guapa, pero su candor y su naturalidad a la hora de hablar la hacen muy atractiva. Pese a verla a diario en el colegio, tan sólo intercambiamos algunas palabras cuando vamos hacia el cole o mientras esperamos a las niñas, que van a la misma clase. 
Nuestras "mini conversaciones" son las típicas entre dos madres cualesquiera...o en éste caso, madre y padre. Yo soy viudo y hasta éste preciso momento, en que parece que haya saltado un resorte en mi cabeza, nunca me he planteado nada con ninguna mujer desde que Olga nos dejó hace seis años ya. 
Parece ahora que lo pienso, una eternidad. Seis años con la misma rutina y las mismas conversaciones intrascendentes con Raquel del tipo ¿Tienen deberes hoy? Mariola lleva varios días resfriada, estoy del trabajo hasta el gorro ¿has leído lo que ha dicho fulanito en el grupo de WhatsApp de los papis? Conversaciones de cortesía el noventa por ciento de las veces. El otro diez por ciento era "rara avis" en el que me hablaba de su ex o me preguntaba si no echaba de menos tener alguien a mi lado.
Yo le contestaba que con el paso del tiempo, uno se acostumbra a todo y que al fin y al cabo seis años no son nada. Le expliqué que conocía el caso de un tipo que estuvo más de trece años sin relaciones hasta que una amiga mía se encaprichó de él y consiguió llevárselo a la cama. No sin antes llamarme llorando porque esa primera vez, él se había ido de su casa sin poder consumar y ella pensaba que era culpa suya por no ser lo suficientemente atractiva. 
- Quizá algún día encuentre alguien así, pero no tengo prisa.- le dije en esa ocasión.
Salí de mi ensimismamiento, dejé a Mireia en el suelo, le di la mano y comenzamos a andar hacia la biblioteca municipal. El tiempo era muy agradable, tan sólo hacía un día desde que había comenzado oficialmente la primavera, pero la luz ya se sentía diferente y pese a que el aire era fresco, se agradecía como contrapunto al calor que comenzaba a hacer.
Entramos por las puertas automáticas de la biblioteca, que aunque cómodas, me hacían añorar aquel enorme portón de madera de la biblioteca donde estudié hace ya unos años.
- Papá, voy a sentarme en aquella mesa que no hay nadie.- Dijo ñaja sonriendo.
- De acuerdo peque-ñaja, voy a buscar una cosa y voy enseguida.-le digo sabiendo que le hace rabiar que la llame así.
- Papáaa, no me llames así y menos aquí.- me dice al tiempo que me pone una cara de enfado que parece una mueca chistosa y desaparece detrás de una estantería de libros señalándose primero sus dos ojos y después señalándome a mí.
Me acerco al terminal de búsqueda para ver si es verdad lo que me decía Raquel. No tenía ni idea de que escribiera y menos que tuviera un libro publicado.



- Buscar un libro desde el ordenador. - Me decía para mis adentros refunfuñando-Con lo que me gustaba pasar tarjetas y la de libros que he descubierto pasándolas mientras buscaba lo que quería. 
Añoro el olor de las viejas bibliotecas y aunque sé que es deseable que la juventud vaya a las bibliotecas, como viejo cascarrabias en potencia que soy, también añoro la tranquilidad y la soledad que primaba en mi juventud. Muchos días sentado el la misma mesa de madera, con un pequeño corazón y las iniciales de dos jóvenes apasionados por la lectura que soñaban con ir a hacer los deberes con sus futuros hijos a la biblioteca, tal y como hacían ellos. Por desgracia hoy sólo puedo estar yo aquí con Mireia, aunque le acompaño por las estanterías y le enseño los libros que cogía su madre. Utopía de Tomás Moro, Hamlet del gran Shakespeare, El Señor de los Anillos de Tolkien entre otros muchos libros que devoraba semana tras semana. 
Un par de segundos después de pinchar en el botón "Buscar", lo que ve le llama poderosamente la atención y redobla la curiosidad que sentía por leer el libro de Raquel.



Sin perder un segundo después de leer la sinopsis, Jorge se dirige hacia la estantería que le indicaba el ordenador para buscar el libro, con la esperanza de que estuviera disponible. Sus pasos suenan acelerados por la silenciosa biblioteca hasta la zona de estanterías que deberían guardar “¿A dónde irán los besos?”, al mismo tiempo que tararea la canción de Víctor Manuel del mismo título…”¿A dónde irán los besos…que no damos…qué guardamos?”
Sus ojos, se deslizan nerviosos por encima de la solapa de los libros, pensando en la casualidad de que la protagonista de su libro estuviera enamorada del padre de una compañera de su hija de primaria. Una vez se le cruzó esa idea por la cabeza, comenzó a recordar sonrisas, posturas, interés...pero no podía ser, una agradable coincidencia, inspiración de escritora que moldea la realidad para hacerla suya a través de sus palabras.
Con cuidado, como si fuera un pequeño tesoro, saca el libro de su cómoda prisión y se dirige hacia la mesa donde estaba Mireia.
- Mira Mireia, un libro escrito por la mamá de Mariola- le digo casi en un susurro intentando despertar su interés.
- Me cae bien Raquel, es muy simpática.-dice sin levantar la vista de su libreta.
Comienzo a leer y quedo atrapado casi de inmediato. Me cuesta incluso dejar el libro por un momento a la bibliotecaria, para formalizar el préstamo. Camino por la calle de regreso a casa con Mireia como lazarillo y casi se me quema la cena después, por seguir leyendo. Raquel cobra forma en mi cabeza como la protagonista absoluta del relato y poco a poco, el cariño y la empatía que sentía por ella, van fusionándose junto con la amistad y el respeto para ir moldeando, casi sin darme cuenta mientras la leía, un sentimiento más profundo gracias a que yo mismo me veía reflejado en el partenaire de la protagonista del libro. 
No dormí en toda la noche leyendo la historia encubierta de Raquel. A cada página que pasaba me convencía más de que hablaba sobre su amor no correspondido, el dolor que escondía tras cada sonrisa y la ilusión por verme a diario. ¡Cuán idiota había sido por no ver lo que tenía delante! 
Fue una noche de auto descubrimiento al verme con los ojos enamorados de Raquel, hacía tiempo que no me planteaba siquiera la posibilidad de que alguien me viera así y una especie de nudo se formó en la boca de mi estómago cada vez que pensaba que quizá eran imaginaciones mías y la cosa no iba conmigo. 
Pensando todo eso vi amanecer sentado en la cama. Como un zombi desperté a la niña, la vestí, le preparé el desayuno y le desenredé el pelo. A tan sólo unos minutos de volver a verla, a tan sólo unos minutos de mirarle a los ojos e intentar desvelar el secreto del libro ¿Sería yo el personaje del que se enamora la protagonista? Sólo eran cuatro pisos en ascensor, pero el viaje se me hizo eterno...o mi corazón muy rápido.
No la vi al salir a la calle como otras veces. Casi incluso mejor...coincidiríamos en el cole y habría más gente con nosotros para retrasar la conversación que sería inevitable más temprano que tarde. Unos minutos más para intentar estudiar su mirada bajo el nuevo prisma y armarme con el valor suficiente para hablar con ella. 
Cuando Mireia se puso en la cola para entrar a clase, no vi a Mariola ni a su madre. Seguramente se han dormido y las veré corriendo en cuanto salga de aquí.
- Te invito a un café Raquel- pensaba en decirle cuando me cruzara con ella en unos momentos.- Tengo algo importante que decirte.
La marabunta de padres embozaba la salida y mis ojos creo que se posaron sobre los pocos que llegaban tarde y ninguno eran los ojos de ella. Me encaminé a la cafetería donde me solía tomar un café antes de ir a trabajar. La mayoría de los días coincidíamos varios papis y mamis incluyéndola a ella. Tenía la esperanza de que se sumara en cualquier momento. Las conversaciones matinales solían ser intrascendentes en su mayoría; series, política barata y cotilleos eran lo habitual.
Me empezaba a poner nervioso. ¿Le habría pasado algo a Mariola en el parque, el día anterior?¿A ella?
- ¿Alguien sabe algo de Raquel? - Dije rompiendo mi silencio.- Ni ella ni la chiquilla han aparecido esta mañana.
- La verdad es que no. Le he enviado un WhatsApp hace un rato y no lo ha leído todavía.-dijo la mamá de Aitor- Además ayer se fue pronto del parque, bastante nerviosa.-continuó diciendo.
- Yo creo que está enamorada.-exclamó pretendiendo sonar gracioso Esteban, el papá de Pedro.
"A más de uno lo mandaba a la biblioteca a ilustrarse un poco antes de abrir la boca."- Pensé.- "Hoy tengo pocas ganas de gracietas"
La llamaré por teléfono de camino al trabajo- dije levantándome de la silla y dejando el euro del café encima de la mesa.
- Dinos algo por el grupo de WhatsApp, me he quedado intranquila- dijo la mamá de Aitor cuando me iba.
- Dalo por hecho. Hasta mañana.
En cuanto me separé del grupo ya estaba llamándola por teléfono...cinco tonos...seis..."El teléfono que llama está apagado o fuera de cobertura, si quiere dejar un mensaje hágalo después de oír la señal"
- Raquel, soy Jorge, el papa de Mireia. Tan sólo quería decirte que me he quedado preocupado cuando no habéis venido al cole. ¿Va todo bien? Cuando puedas dinos algo por el grupo...o a mí, para quedarme más tranquilo. Por cierto, me he leído el libro del tirón, no he dormido en toda la noche leyéndote...y me gustaría hablar contigo cuando puedas.- dicho esto me despedí con un rápido- Un beso, espero noticias tuyas.

 Raquel no contestó ese día, ni al siguiente tampoco, ni al otro. Era como si a ella y a la pequeña Mariola se las hubiera tragado la tierra. Al quinto día, una de las batidas de búsqueda organizada por protección civil y ciudadanos voluntarios las encontraron flotando, desangradas entre unos cañizales que habían en la orilla del río. Nadie sabe qué pasó. No se supo nunca lo ocurrido. Nada salvo una extraña nota en un papel amarillento, casi de pergamino, escrita en latín, encontrada en uno de sus bolsillos. Nadie supo jamás si la nota la escribió ella, se la dieron o era algún tipo de pista, pero raro era que lo único que supiéramos fuera esa nota, escrita con trazos de otra época diciéndonos "todos flotan aquí abajo"


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